Objetivos de la semana 7

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Vamos a comenzar la séptima semana de nuestro proyecto salud, ¿a que no creíais que fuera posible? Pues aquí estamos, cada día sintiéndonos mejor gracias a la comida saludable y a los ejercicios que mejoran nuestra calidad de vida en general. ¡¡Seguro que ahora que nos sentimos mejor no tenemos ni una pizca de ganas de abandonar!! Así que, demos el siguiente paso:

Los nuevos objetivos son:
  • Comer dos piezas de fruta al día.
  • Comer verduras en una de las comidas principales.
  • Comer un dulce al día como máximo (o chuchería o helado o bebida refrescante).
  • Beber 2 litros de agua al día.
  • Correr (trotar) o marchar a paso muy rápido 3 días de la semana durante 40 minutos.
  • Andar una hora 2 días de la semana.
  • Realizar otro tipo de deporte 2 días a la semana.
  • Hacer 3 series de 30 abdominales antes de dormir (o después de realizar el deporte).
  • Aplicar crema reafirmante después de la ducha (para evitar estrías y descolgamientos).
  • Dormir al menos 8 horas al día.
El único cambio ha sido aumentar 10 minutitos la sesión de correr o marchar, por lo que no va a ser nada difícil cumplir los objetivos esta semana. 

Espero que tengáis unas muy buenas vacaciones. A disfrutar y ¡¡ánimo!! 

El Arte de Amar

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    A lo largo de la historia hemos ido cambiando nuestros hábitos y costumbres. Cierto es que en la mayoría de las cosas seguimos siendo totalmente básicos y comportándonos tal vez como en la Prehistoria. En otras cosas hemos ido avanzando. La tecnología, la ciencia, la educación… Bueno, al menos lo intentamos, sinceramente en los últimos tiempos no estoy tan segura de que hayamos avanzado tanto, si seguimos así el siguiente recorte va a ser cerebral, no vaya a ser que nos sublevemos, pero bueno, ésa es otra historia.

   El arte de amar ha existido siempre desde tiempos inmemorables. Realmente todos hemos escuchado como en la Prehistoria un señor que amaba a una señora lo tenía más o menos fácil en un sentido, es decir, con arrastrarla por los pelos hasta su caverna tenía prácticamente todo el cortejo hecho. Es más, lo mismo no tenía ni que amarla, simplemente estaba ahí el instinto básico. Bueno, ésa es la parte fácil, pero sinceramente hay que reconocer que este mismo señor que arrastraba a nuestra dama en cuestión por los pelos también tenía que ganar el sustento con una lucha encarnizada cuerpo a cuerpo con la bestia correspondiente. Por supuesto también existía la pesca, no vamos a ponernos ahora melodramáticos. En general no debía irles tan mal porque la especie humana no se ha extinguido (todavía). Pienso que en la Prehistoria el arte de amar era directo y básico si bien os confieso que no me gustaría que nadie me cortejase de esa manera.

     Evidentemente el hombre en su inmensa sabiduría comenzó a ser más civilizado. Por supuesto empezó a inventar, descubrir, analizar… empezó a complicarlo todo aunque bien cierto es que sin esos inventos, descubrimientos y análisis no habríamos podido llegar hasta nuestros días e indudablemente no disfrutaríamos de todas las comodidades actuales que poseemos una parte de la humanidad. Sí, he dicho una parte. Hay otra parte que lo está pasando francamente mal, quizás incluso peor que en la Prehistoria, y como sigamos así posiblemente de aquí a nada todos estemos peor que entonces.

     Pero bueno, a lo que nos referíamos, la cosa se fue más o menos complicando y a la vez adornando. Tras la prehistoria vinieron épocas más sofisticadas. Negadme si podéis el romanticismo por ejemplo del Arca de Noé. La humanidad comete una barbaridad tras otra. En un momento dado nuestro creador decide que necesitamos una pequeña lección y decide abrir el grifo celestial.  Para ello mete en un arca a multitud de especies animales, por supuesto emparejadas para su posterior procreación. Éste tema me deja algo más tranquila que el principio de los tiempos pues en éste caso la familia de Noé lo tiene más o menos sencillo. Es decir, os imagináis… “Querida, ¿Dónde quieres que cenemos esta noche, en la proa, o tal vez en la popa? Casi segura estoy  que la dama en cuestión tendría que plantearse tan difícil situación. Pero bueno, ésa es otra historia. Y bueno, qué decir tiene el entretenimiento tras la cena romántica, sin televisión ni Internet, ni siquiera algún librillo con el que distraerse… pues en algo tenían que entretenerse las criaturas, digo yo.

     Quiero deciros que básicamente el arte de amar se basa en algo tan sencillo y simple como que dos personas se quieran. ¿No es así? Tal vez no. Tal vez la cosa se complique un pelín con otros adornos de la vida como los celos, envidias, coqueteos, el aburrimiento… en fin, vete tú a saber. A la especie humana nos encanta complicar las cosas porque es como añadir un poquitín de sal a la vida, un poquitín que a veces pesa cuarenta kilos y nos puede causar daños físicos, pero qué más da, ¡vivan las complicaciones!

     La Edad Media. Por favor, tiempo de Renacimiento, de conquistas, de romances que trovadores cantaban sin cesar. Hermosos caballeros de bucles rubios que eran capaces de enzarzarse en guerras sin igual y luchar hasta morir eran a la vez provocadores de los suspiros de damas que aguardaban ansiosas su regreso en las almenas de los castillos. Cosiendo, suspirando, volviendo a coser, volviendo a suspirar… ¡Qué época aquella! Sus torneos, sus flirteos… claro que aquí hablamos de las damas. No hablamos de las pobres muchachas pobres que no tenían donde caerse muertas, nunca mejor dicho y tenían el privilegio de ser monas. El señor feudal correspondiente decidió hacer un mandato muy justo y conveniente para él, algo así como el “Derecho de Pernada”. Joven que se casaba, joven que pasaba su noche de bodas no junto a la persona con la que había decidido compartir su vida, por cierto, no por decisión propia, sino por decisión de sus progenitores o de la cantidad de cerdos que poseyese…, sino con el señor feudal correspondiente. Aquí te pillo, aquí te mato. Viva el romanticismo en todo su esplendor. Ahora que lo pienso con las modernidades de la época tenía que haber cantidad de chavales y chavalas en el pueblo que se pareciesen al señor feudal. En fin, ésa es otra historia.

     Y luego… bueno, comienzan los tiempos a cambiar y comienza a resurgir nuevas formas de amar. La mujer empieza a hacerse notar. Cuántas historias hemos escuchado referente a romances en los que los caballeros más que hombres eran alguna especie de arácnido o de superhéroe  que trepaban por las paredes, almenas, o por dónde hiciese falta y entraban por los balcones de las damas que suspiraban ansiosas su llegada. Curioso es. Hoy en día si un hombre tiene que subir por una fachada necesita al menos un arnés y un sindicato que lo respalde si se rompe la espalda. En aquella época claro está no subían a arreglar una teja rota o una farola, subían a arreglar otros menesteres, más bien a sofocar determinadas necesidades y calores de algunas damas y evidentemente de los propios caballeros. Era todo muy romántico, sobre todo si el marido de más de una no los pillaba. Quién no ha oído hablar de nuestro D. Juan Tenorio, o del Sr. Casanova italiano.

     En fin, con la de ropa que utilizaban en aquellas épocas. ¿Os imagináis lo complicado que todo se ponía? Pero el amor puede con todo, o con casi todo, que más de uno creo que la palmó intentando encontrar qué había tras todas aquellas capas de ropa para luego encontrarse con que el último baño se lo habían dado hacía ya… digamos tiempo.

     Pero bueno, centrémonos hace bastantes menos años. En tiempo de nuestros abuelos el cortejar a una dama era también algo complicado. Cuántas veces hemos oído lo de que sólo podían verse los enamorados a través de una reja. Y sin embargo, embarazos había, con lo cual me queda una duda importante. ¿Eran rejas abatibles? ¿Eran los amantes contorsionistas? ¿Tal vez se buscaban la forma de verse sin reja entre ellos? Me inclino por la última opción, sinceramente, es la más práctica aunque no desde luego la más divertida.

     ¡Que complicado todo! Los abuelotes se casaban y comenzaba el jolgorio. Niños, niños, niños, niños… y entre parto y parto por supuesto todo lo demás. Sin colegios, sin apenas sanidad… y bueno, las mujeres se casaban y pasaban al estado “decente”. La mayoría ya tenía a su hombre sujeto y empezaban algunos cambios físicos que no se daban en todos los casos pero sí en una buena parte. Ella engordaba un poquitín, el echaba al romanticismo de su vida, ya no hacía falta usar carmín que era caro y él decidía que el bar era un lugar genial donde reunirse con los amigos y quitarse el estrés. Ella se quitaba el estrés  la mayoría de las veces puliendo el suelo. En fin amigos, tal vez sea un poco exagerado y además suena algo machista y estoy segura de que no era del todo así. Él también podía sentarse tranquilamente un rato al final del día y a ella el día no se le terminaba, y encima, la mayoría de ellas estaba casi siempre despeinada. Hay que ver qué poca consideración. Sin embargo, siempre quedaba tiempo para hacer otro hijo, que todas las manos eran buenas.

     Curiosamente, los matrimonios duraban para toda la vida o para casi toda ella. Cierto es que cada uno se acoplaba a su parte de aquel contrato que habían firmado. No digo que no hubiese matrimonios que se amasen con locura, por favor, una cosa no quita la otra. Pero sí que normalmente el ritmo de vida era algo intenso en cuanto a quehaceres diarios y al número de hijos que se tenían. No existían las comodidades actuales y  el trabajo tanto en la casa como fuera de ella era más complicado que ahora. Y los matrimonios duraban, no sabemos si debido a que el amor era de otra manera o porque no tenían tiempo ni para discutir. Vete tú a saber.

     Y luego nos queda nuestra época actual. ¿Verdad que ahora todo es maravilloso? La cosmética, el deporte, los llamados hobbies, todo eso nos ayuda a sentirnos bien y realizados, seamos hombre o mujer. Hoy en día el cortejo es algo diferente. Está quien puede conocerte y enamorarse de ti, o está quien te conoce vía Internet o a través de una agencia de contactos.

     Los seres humanos nos hemos vuelto personitas muy ocupadas. Tenemos una agenda repleta, compromisos por doquier. Incluso nuestros hijos pequeños tienen una serie de actividades extraescolares increíbles antes, ni tan siquiera, de empezar en el colegio. Todo está más o menos medido y en el tema amoroso ahora todo es más complicado. Hay que destacar que hoy por hoy la mayoría de los cortejos necesita una cuenta corriente que lo apoye porque los almuerzos, cenas, regalitos de aniversarios, vacaciones… todo ello no cae del cielo, y al paso que vamos con tanta crisis, nos cortarán la luz y tendremos que volver a la época sin televisión. Uy, uy, lo mismo aumenta la natalidad de nuevo. Eso sería otro problemilla, porque hoy en día un niño de ocho  años debe tener al menos conocimiento de un idioma y medio, practicar deporte, tener soltura en el colegio, ajustarse a la rutina y horarios de sus padres… todo pequeño que se precie debe tener al menos actividades extraescolares durante cuatro días a la semana aparte de sus catequesis y otras tareas varias. Pero, ésa es otra historia.

     Volvamos al tema que nos ocupa. Hoy por hoy no basta con que un hombre trepe por un balcón. Es más, si lo hace llamamos inmediatamente a la policía local o a la Guardia Civil, que hay mucho loco suelto.

     En el caso de las mujeres es importante sentirnos total y absolutamente amadas. Nuestro hombre ha de ser un poco heroico, parecerse un poco a nuestro actor favorito, estar cachas o tener una parla impresionante. Tampoco debe saber tanto de la vida, con que tenga una buena cultura, sea un buen fontanero, electricista, mecánico, albañil y sobre todo, cocinero es suficiente. Si además maneja el arte del plumero y es capaz de sentarse a hacer los deberes con sus hijos, es realmente un hombre maravilloso. Si sabe poner lavadoras y hacer la compra es simplemente perfecto. También ha de entendernos en lo más básico, es decir, no sólo ha de ser buen amante, sino que también ha de ser mejor compañero, detectar nuestros cambios de humor y comprenderlos, acompañarnos a los lugares en los que queremos compañía y dejarnos solas cuando queremos nuestro espacio vital… No sé, ciertamente es fácil hacernos felices a las mujeres. Si además añadimos una pizca de gimnasio, un mucho de detalles y una sonrisa de infarto, tenemos al hombre pasable.

     En el caso de los hombres es importante que las mujeres seamos inteligentes pero a la vez que no vayamos a ser demasiado eruditas que eso le da dolor de cabeza a cualquiera. Por supuesto en una mujer es importantísimo el gimnasio y la peluquería, porque la ley de la gravedad no es igual en hombres que en mujeres. Un ejemplo. Un hombre tiene barriga cervecera o engorda tras el matrimonio, y es normal. Es la barriguita de la felicidad, símbolo inequívoco de que es feliz la criatura. Una mujer tiene barriga cervecera o engorda tras el matrimonio y es una dejada que además tiene un vicio horrible de tomar más cervezas de las que su cuerpo admite. Pero bueno, éstas son otras historias.

     Lo cierto es que hoy por hoy los matrimonios ya no duran como antes. Muchas parejas se casan a los 30 o a los 40, o a los 50… en lugar de a los 20 de antes y sin embargo se agotan antes. Hay estudios de compatibilidad, se habla mucho más que antes, los noviazgos son eternos… y sin embargo, hay parejas que duran y parejas que no. ¿Por qué? Pues ni pajolera idea. Lo cierto es que cada vez hay más rupturas, aunque eso no significa que no existan las parejas para toda la vida.

     Luego están las segundas oportunidades, o las terceras… en fin, oportunidades a doquier. Se puede conocer gente por todas partes si eres un poco despierto y también están las relaciones en las que puedes “intimar” aunque luego si te he visto no me acuerdo. Vamos, que los tiempos han cambiado un poquitín.

     Tengo que tirar sin embargo una lanza por los tiempos actuales. Es cierto que todo se ha complicado un poco pero hoy por hoy existe lo que se llama “comunicación” a igual nivel en la mayoría de los casos. Tal vez por eso ahora se rompen más matrimonios, porque antes, te iba mal y te aguantabas. Ahora las personas buscan la felicidad y para ello si no les va bien lo intentan de nuevo.

     Realmente, el amar a alguien es un arte que hay que desarrollar poco a poco, mimar y recrear, pero sobre todo, hay que valorar mucho a la otra persona y a la vez, hacerse valer. Parece complicado, pero quizás sea lo más fácil de todo. Al fin y al cabo con la persona a la que amas sólo tienes que ser tú mismo. Funcionará. Si no lo hace, es que no es tu mitad o como quieras llamarlo. Os animo a que los que no tenéis la suerte de vivirlo lo intentéis, que al fin y al cabo, con complicaciones o sin ellas, vida no hay más que una.  ¡Suerte!


Violeta

Objetivo de la semana 6

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La sexta semana de nuestro proyecto salud está a punto de comenzar y con ello nuestro nuevo plan de objetivos. Ahora más que nunca hay que ser fuertes, ya que, si hemos conseguido superar las tres primeras semanas del mes de julio (con todo lo que eso conlleva: piscina, playa, salidas...) ¡¡podemos con todo!!

Los nuevos objetivos son:
  • Comer dos piezas de fruta al día.
  • Comer verduras en una de las comidas principales.
  • Comer un dulce al día como máximo (o chuchería o helado o bebida refrescante).
  • Beber 2 litros de agua al día.
  • Correr (trotar) o marchar a paso muy rápido 3 días de la semana durante 30 minutos.
  • Andar una hora 2 días de la semana.
  • Realizar otro tipo de deporte 2 días a la semana.
  • Hacer 3 series de 30 abdominales antes de dormir (o después de realizar el deporte).
  • Aplicar crema reafirmante después de la ducha (para evitar estrías y descolgamientos).
  • Dormir al menos 8 horas al día.
Pasito a pasito se hace el caminito. Este será nuestro lema hasta el final del verano y por eso los únicos cambios que se meten son 5 abdominales más en cada serie y 10 minutitos más de correr o marchar a paso muy rápido. 

Recordad que con estos pequeños cambios casi no se nota el cambio de lo que ya llevamos recorrido (nuestra rutina) y no lo dejaremos.

Por último, una pequeña gran nota: EL SEDENTARISMO CAUSA MAYORES PROBLEMAS DE SALUD A LARGO PLAZO QUE EL TABAQUISMO. 

Esto debe ser motivación suficiente. ¡Ánimo y mucha suerte!

El Hombre del Saco

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     ¿Cuántas veces nos han hablado del hombre del saco? ¿Cuántas veces nuestras madres nos asustaron con lo de que venía y nos llevaba en su enorme saco? Es curioso, con los años uno piensa, ¿Y como iba a meter a tanta gente en el saco? Y además, ¿cómo iba ese pobre hombre a costear el llevarse a tanta gente? Sinceramente, ya no se habla tanto de él. Muchos pensaréis que es debido a que con la crisis no puede permitirse el lujo de ir secuestrando gente por ahí, a diestro y siniestro, pero la realidad es muy diferente. No se lleva a nadie porque ya no lo necesita. ¿No me entendéis? Pues tranquilos, que os lo explico lo más sencillamente posible.

     Hace muchísimo tiempo en una pequeña aldea de algún lugar inexistente, existía una familia tan pobre que por carecer, carecían hasta de nombre.

    El cabeza de familia, León, era un hombre sin embargo conocido en el lugar por tener la inmensa suerte de ser un gran deportista. Era capaz de llegar corriendo desde una aldea hasta la más cercana en prácticamente un par de zancadas. Sus piernas no tenían músculos, eran un músculo con forma de pierna. Su torso era realmente increíble, comparable tal vez con un buen muro. Y por si su musculatura no le hubiese granjeado con más de una dama algún intento de formar una familia, su sonrisa era de infarto.

     Su esposa, Beatriz, era conocida en todo el reino por su belleza. Mujer realmente hermosa cuya fama se había extendido desde uno al otro confín. Pobre como una rata no soñaba con casarse con algún miembro de la realeza. Ni siquiera con algún soldado competente. Teniendo en cuenta que en aquella época la categoría personal se medía por la familia a la que perteneciese y a la vez, los hijos que no pertenecían a la realeza o nobleza eran soldados o sacerdotes, y teniendo en cuenta a su vez que Beatriz no tenía la oportunidad de contraer nupcias con alguien tan insigne, decidió casarse con León, que al fin y al cabo era un chaval majo, con buenas piernas, buen corazón, buena sonrisa y que al fin y al cabo le había dado a Beatriz unos cuántos motivos para querer unirse a él “de por vida”.

     De un hombre tan viril y fuerte y de una mujer tan dignamente hermosa debían nacer por fuerza hijos fuertes y guapos, tal y como mandaba la cuestión. Pero a veces la vida es un poquito bromista y nos depara algo que no esperamos. Julián, el primer hijo de esta singular pareja era guapo y parecía tener aptitudes al igual que su padre. María, la segunda hija de este matrimonio era bella como su madre, esbelta y soñadora. Pero Hugo… ésa fue otra cuestión. El destino a veces quiere jugar, y en aquella ocasión jugó, ya lo creo que jugó. Hugo era un chico “incómodo de ver”. No era feo, era más bien raro. Y bastante enclenque además. Vamos, que las malas lenguas del lugar no soltaron más habladurías porque en aquella época no existían los programas de cotilleo y los juglares tenían sus limitaciones.

      De esta forma Hugo se sentía un poquitín incómodo cuando iba a la aldea. Los demás chiquillos se burlaban de él y hasta le tiraban algún que otro tipo de alimento, cosa que tampoco estaba tan mal porque al fin y al cabo, falta les hacía en su cabaña. Sin saber muy bien cómo, el que Hugo fuese tan “incómodo de ver” les ayudó un poco en su economía familiar.  En fin, cosas que tiene la vida y el destino, que también tienen ganas de jugar.

      De esta guisa Hugo fue creciendo y la cosa se complicó. Ciertamente no había heredado la belleza de su madre, pero si se adivinaba en él algo del porte de su padre. Si bien de pequeño había sido bastante enclenque, y de hecho, al mirarlo no se le adivinaba demasiada musculatura, cierto era también que esos palillos que tenía por brazos y piernas eran más fuertes de lo que a simple vista se adivinaba. A veces, era capaz de cargar con sus dos hermanos a la vez, y no es por nada, pero si bien Julián era un chico esbelto, María ya no era tan esbelta como al principio. Igual de bella o más, pero un poquito regordeta, ciertamente.

    La gente del pueblo que al fin y al cabo se habían acostumbrado a la cara de Hugo, empezaron a llamarlo para trabajitos varios de fuerza. Trabajitos que Hugo hacía sin protestar, cosas pequeñitas, como mudar una carreta que se había quedado sin ruedas de un lugar a otro ahí a lo bestia, a pulso. O como aquella vez que lo llamaron para portar las alpacas de heno, y nuestro querido Hugo decidió que terminaría antes si cogía las mismas de diez en diez, en lugar de una a una como hacía la gente normal.

      En fin señores, que la envidia es muy mala, y sin bien nadie envidiaba la cara de Hugo, cierto es que su fama de fortachón empezó a extenderse por todo el reino. La idea era incluso que Hugo pasase a prestar su servicio de forma remunerada, a cambio de algunos huevos, o incluso gallinas, o algún que otro cesto de fruta. Realmente su familia dejó de pasar hambre.

       Pero lo mejor vino después. A un graciosillo vecino de la aldea se le ocurrió que Hugo podía ganarse la vida asustando a los niños. Sí, sí, amigos míos, habéis escuchado bien semejante barbarie. Este buen señor que no era más que un amargadillo de la vida que no soportaba el ruido de los chiquillos jugando en lo que ellos denominaban calles. Si bien de todos era sabido que las llamadas como tales no eran más que un cenagal asqueroso, y que los chiquillos no dejaban de tirarse al suelo empujándose unos a otros y refregándose contra todo hasta el punto de tirar en más de una ocasión algún puesto o caseta mal instalada. Por todo ello, un día en que este buen señor le había dado un poquitín de más a la jarra del zumo de la uva, decidió que Hugo podía presentarse por las noches en las aldeas y dar un sustillo a aquellos niños más revoltosos.

    Ni que decir tiene que al principio Hugo se opuso rotundamente. Pero la curiosidad fue muy fuerte y él pensó que tal vez no le vendría mal tener para variar algo de dinero en lugar de huevos o gallinas. Quién sabe, pensó, tal vez su fama llegase a la corte y pudiese “asustar” a niños más nobles e incluso principescos, vete tú a saber.

      Así, de una forma sencilla y práctica, Hugo comenzó con su empresa. En el desempeño de la misma se llevaba un viejo saco que tenía su madre para poder guardar en él los pagos que le hiciesen en especie. De todos era sabido que no todos tenían dinero, y había que entender que algunos pagasen su trabajo en especie. Además, ya dice el dicho, quizás proveniente de ésta época y situación, que la avaricia rompe el saco y Hugo no podía permitirse un nuevo saco, así que cargado con su cara “incómoda de ver” y su particular forma de moverse, todo ello removido con la gracia que le aportaba el viejo saco raído a su apostura, hizo que naciese el primer “hombre del saco”.

     Ahora es cuando ustedes pensarán que jamás oyeron contar tan absurda historia. Por favor, no se desesperen aún. La historia no ha terminado, porque no se si les habré comentado, que a veces la vida y el destino tienen ganas de jugar. Ejem, continúo, que a veces desvarío.

     Hugo comenzó a hacerse un nombre como “el hombre del saco”. Y en ello estaba cuando un día llegó a un nuevo pueblo un poco mayor que los demás. Como siempre que llegaba a un sitio nuevo se dirigió a la persona que se encargaba de “dirigir” el pueblo Por supuesto, hablo de personas normales y corrientes, pequeños carguillos, que a la realeza nuestro querido Hugo ni se le ocurría acercarse, no fuese que un rey loco decidiera colgarlo o quemarlo por feo y raro.

      En estas meditaciones iba nuestro amigo cuando en un río vio algo que jamás pensó que vería. Bañándose, desnuda por supuesto, había una joven tan hermosa que ni su madre ni su hermana podían competir con ella. La joven nadaba y nadaba en aquel río, en el que para su desgracia el agua estaba turbia y no le dejaba ver lo que quería con total claridad, pero no había que ser muy listo para saber que aquella joven debía de ser perfecta en más de un sentido.

      Arrebolado decidió que debía marcharse de allí con presteza porque si ella lo veía empezaría a gritar de seguro y se montaría una buena. Preocupado por todo esto decidió en un gesto impulsivo y aprovechando que aún el saco estaba vacío ese día colocárselo en la cabeza como una especie de caperuza. El saco estaba tan viejo y raído que le permitía ver a pesar de todo. Se lo sujetó todo lo mejor que pudo y se apresuró a esconderse de todas formas tras un árbol por si la divina providencia le agasajaba su tormentosa vida con una hermosa visión de aquella doncella al salir del agua.

      Recolocándose se hallaba cuando escuchó una especie de grito proveniente del agua para percatarse con absoluto asombro de que la joven tenía problemas y hacía unos movimientos muy extraños para aquella época. En nuestros días habría sido algo parecido al break dance acuático. Sin dudarlo un solo segundo corrió hacia ella sin pensar que tenía aquel feo saco sobre la cabeza y que por ende, no sabía nadar. ¡Que desastre! Imagínense si pueden por un instante qué debió sentir aquella joven cuando vio que un saco con patas se dirigía a toda prisa hacia ella vociferando y haciendo unos movimientos realmente extraños para además hundirse, toser, manotear, volverse a hundir… vamos que el saco con patas se estaba ahogando. Y es que amigos míos, nuestro Hugo era tan bueno que se le olvidó el pequeño detalle de que no tenía ni pajolera idea de nadar.

      La joven que simplemente se había asustado porque algo había rozado su piel bajo el agua reaccionó de momento y procedió a ayudar a aquel extraño sujeto que ciertamente la intrigaba sobremanera. Cuando le echó literalmente mano para sujetarlo, el dichoso saco empezó a manotear de nuevo y al hacerlo rozó partes del cuerpo de la muchacha que propiamente no debió rozar. Sin embargo, Hugo que no era tonto, alucinado como estaba se tranquilizó un poco al notar determinada protuberancia en su mano, y si bien retiró la misma como si de fuego se tratase, esto ayudó a la joven a sacarlo a la orilla. En estos menesteres estamos cuando los lacayos y doncellas de la joven al escuchar tal alboroto, acudieron prestos a ver que ocurría encontrándose la extraña situación.

       La joven decidió que el saco lo necesitaba más ella que él. Al fin y al cabo, iba como su madre la trajo al mundo y no era digno de una dama. Presta, le dio un tirón a la cuerda que sujetaba el saco en su sitio y lo arrancó de la cabeza de Hugo para colocarlo de tal forma que tapase lo mejor posible sus partes púdicas.

       Al hacerlo tanto Hugo como ella se quedaron petrificados. Él por el susto, el sobresalto, el recuerdo de aquella protuberancia… ella porque la cara de Hugo era… ¡magnífica! ¡Cómo podía existir un hombre tan guapo en el mundo! ¡Señor, era perfecto!

      Se quedó ahí parada como una tonta mirando embelesada a aquel hombre que tapaba aquel maravilloso rostro con un saco. Debía estar loco. Era la única explicación posible. Sus rasgos eran tan… varoniles. Su nariz aguileña, sus profundos ojos, esa mandíbula cuadrada… era perfecto. Y su cuerpo… tan esbelto…

       Hugo no daba créditos a lo que estaba ocurriendo. Al fin y al cabo en un par de microsegundos aquella muchacha se pondría a gritar como una histérica. Seguro. Y encima no podía quitarle el saco porque la chavala en su afán de salvarle la vida no se había puesto aún la ropa. Pero aquella muchacha no gritó. Al contrario, le miraba de una forma extraña que le hizo sentir un cosquilleo inminente. Algo no iba bien. Ya conseguiría un saco en otro sitio, debía huir de ahí inmediatamente.

    Por ello, ni corto ni perezoso se levantó del lugar correspondiente, aún tosiendo y babeando, bonita imagen por cierto. Se alejó de la joven, humillado, asustado y sintiendo algo extraño, nuevo y diferente. Por una vez en su vida deseó con una fuerza bestial ser guapo. Ella se quedó allí pasmada como si de una piedra se tratase. Cubierta con aquel saco asqueroso y con la boca abierta en una actitud de incredulidad. Cuántas veces le había pedido a las estrellas que les mandase un hombre diferente a los demás. ¿Cuántas? ¿Decenas? ¿Centenas? ¡Miles! Ella no quería un guapito de cara como los esposos de sus hermanas. Quería un hombre de aspecto duro y fuerte que proclamase seguridad.

      Así que como a veces la vida y el destino quieren jugar, ambos se quedaron marcados por aquel momento. En el caso de Hugo la cosa fue terrible ya que decidió partir lo más lejos posible a fin de evitar futuras vergüenzas mayores.

      Pasó cuatro días en una aldea cercana y decidió que debía volver a casa. Su espíritu estaba dañado y ya no le satisfacía hacer su trabajo. Además, eso de coger a los niños, meterlos en el nuevo saco que era más áspero, gordo y resistente  era un rollo. Tenía que soltarlos antes porque corrían el peligro de asfixia y no era lo mismo. Necesitaba otro viejo saco raído como antes, de esta forma podía retener a los chavales un rato mayor y los asustaba más dejándolos en la puerta de su casa a altas horas de la noche.

      Ya regresaba a casa cuando al cruzar el bosque fue apresado por unos soldados. No tenía ni idea de por qué. No había hecho nada malo. Sólo su trabajo. El temor le invadió las entrañas. Recordó de nuevo a la joven y pensó que tal vez ésta malinterpretase su manoteo en el agua y su roce involuntario de lo que no debía. De todas formas decidió no forcejear. Sabía perfectamente que con su fuerza podía tirar a todos aquellos soldados al suelo como si fuesen de juguete. Pero algo en su interior le apercibió que se abstuviese de ello.

     Al llegar al pueblo y entrar en el castillo esperó con temor el momento en que sería arrojado al calabozo. Pero ese momento no llegó. Al contrario, lo llevaron directamente al salón del trono donde su Majestad el Rey le habló directamente.

-¡Eh! ¡Tú! ¿Cómo te llamas, plebeyo?
- Hugo, Majestad.
- Te preguntarás que haces aquí.
- Sí señor, así es.
-¿Recuerdas a mi hija Mónica?

     Al decir esto, Hugo se atrevió por primera vez a levantar la cabeza. Un ¡ohhhh! Se extendió por toda el salón del trono. Hubo quien incluso retrocedió varios pasos por si la fealdad se contagiaba. Pero él no percibió nada de esto. Sus ojos estaban fijos en aquella joven hermosa y bella que días antes había visto en el río. ¡Vaya por Dios! ¡Era la hija del rey! ¡Iban a colgarlo!

    A punto estaba de hacerse en los pantalones algo indebido para cualquiera, no sólo para un caballero, cuándo el rey bajó presuroso los escalones que los separaban y se abrazó a él con gran estruendo en el resto de la sala.

-¡Gracias hijo mío! ¡Gracias por salvarle la vida a mi hija en el río!

     Tras volver a colocarse la mandíbula en su sitio, pues justo es decir que se le cayó de pura incredulidad, iba a aclarar la situación con el rey cuando se fijó de nuevo en el rostro de la princesa. Estaba… ¡feliz! Ella lo había planeado todo. ¡No le temía! ¡Le gustaba! Por fin le gustaba a alguien, y nada más y nada menos que a una princesa bella y hermosa.

      La joven se acercó a él y le tomó las manos.

-Joven caballero. Gracias por salvarme en el río. Por favor, permitid que mi padre os lo agradezca quedándoos a cenar. Sabemos de vuestra importante labor en el reino, pero os agradeceríamos que nos acompañarais en el banquete que vamos a ofrecer en vuestro honor.

Al oír las palabras de la reina, los nobles, damas y demás asistentes a este acto quedaron estupefactos, pero eso sí, como dignos “pelotas” de sus majestades, guardaron silencio y aceptaron a Hugo como uno más.

La princesa estaba realmente alucinada con aquel hombre que se veía tan fuerte y diferente a los demás. Hugo estaba tan emocionado por primera vez en su vida que no se molestó en desmentir lo ocurrido. Total, qué más da. Tanto monta, monta tanto.

  En poco tiempo se celebraron los esponsales de Hugo y Mónica. La familia de Hugo no podía dar crédito a lo que veían. Pero así era. Aquel chaval había llegado a ser nada más y nada menos que el príncipe del reino.

  Sobre las futuras generaciones es mejor no hablar ahora. Sólo puedo adelantaros que yo escuché hablar del hombre del saco y no soy de la Edad Media. Algo me dice que los hijos de esta pareja singular no fueron todos guapos y que la tradición familiar se siguió llevando a cabo. Sinceramente, no lo sé. Tampoco me interesa porque al fin y al cabo me conformo con saber que los feos podemos llegar muy lejos.

    Y colorín colorado, esta historia se ha acabado. 




Violeta

Objetivo de la semana 5

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¡¡¡Por fin hemos cumplido un mes de nuestro proyecto salud!!! Al principio fue algo duro pero ya pasó ja, ja. Llegados a este punto deberíamos repasar los objetivos que queríamos alcanzar cuando comenzamos y ver nuestros progresos, que son muchos.

Este mes ha sido para coger el hábito y acostumbrarnos a movernos un poco, dejar la vida sedentaria y cuidarnos por dentro al igual que por fuera, que eran nuestros objetivos a alcanzar a corto plazo. Para alcanzar los de a largo plazo hay que modificar nuestros objetivos de la semana para ir un poco más allá.

Los nuevos objetivos son:

  • Comer dos piezas de fruta al día.
  • Comer verduras en una de las comidas principales.
  • Comer un dulce al día como máximo (o chuchería o helado o bebida refrescante).
  • Beber 2 litros de agua al día.
  • Correr (trotar) o marchar a paso muy rápido 3 días de la semana durante 20 minutos.
  • Andar una hora 2 días de la semana.
  • Realizar otro tipo de deporte 2 días a la semana.
  • Hacer 3 series de 25 abdominales antes de dormir (o después de realizar el deporte).
  • Aplicar crema reafirmante después de la ducha (para evitar estrías y descolgamientos).
  • Dormir al menos 8 horas al día.
Aquí está la temida carrera en lugar de la caminata, pero sólo serán 20 minutos durante tres días de la semana y no se va a notar la diferencia después de haber cogido el hábito de andar durante una hora esos tres días. Visto desde el lado bueno, estamos ahorrando tiempo je, je.

Puede que lo de dormir 8 horas suene repetido y mucha gente lo considere innecesario para el proyecto salud, pero es uno de los pilares fundamentales de la salud física y mental. Durante el sueño prácticamente todas las células del cuerpo se regeneran y se restauran los niveles apropiados de todas las sustancias necesarias para vivir que tenemos en nuestro interior, por lo que siempre hay que tenerlo muy en cuenta y no menospreciarlo.

Dicho todo esto, ¡¡buena suerte esta semana!!

El Mago del Tiempo

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Robian caminaba con la cabeza agachada y algo oculta con la capucha de su capa. Hacía sólo unas horas que había llegado del bosque a recoger leña, notaba un cansancio intenso. Estaba triste y deprimido. Su familia era pobre aunque tenía lo imprescindible para vivir, sin embargo todos debían aportar su granito de arena o en más de una ocasión algo más que el granito de arena. Hoy como siempre, intentaría acostarse temprano. Mañana era un día especial. Era el cumpleaños de su hermano pequeño, Micha, y también el suyo, en las familias pobres los hijos cumplían casualmente años el mismo día.

   Micha, era un joven inquieto. Se pasaba horas jugando a formarse como caballero. Tenía una espada de madera con la que simulaba matar ogros y Trolls para después ser felicitado y aclamado por alguna bella hada o princesa. Era increíble la imaginación que podía llegar a tener Micha a su corta edad. Aquel día cumplía 8 años, justo la mitad de los que cumplía Robian.  

    Al día siguiente Robian salió al amanecer. Como cada mañana lo primero que hizo al levantarse fue echar un vistazo a su hermano que dormía plácidamente. Quería hacerle un regalo a aquel granujilla. No tenía dinero para comprar nada pero no se le daba mal la madera. Por ello decidió salir a recoger la leña que necesitaban como hacía cada mañana y al mismo tiempo recoger algún tronco que le sirviese para poder tallarlo y hacerle a su hermano alguna bonita figura. Últimamente hablaba mucho de no se qué duende que les visitaba por las noches. No quería por tanto potenciar su imaginación aún más tallando algún tipo de ser mítico e inexistente. Por ello haría algo más profesional o en todo caso más práctico. Ya tenía una espada de madera, le haría algún tipo de cuchillo para el cinto o algo así que le ilusionase en sus batallas imaginarias.

     En esos pensamientos estaba cuando al acercarse al río para lavarse la cara le pareció ver un suave destello en el agua. Se inclinó un poco para ver de qué se trataba pero no vio nada. Probablemente algún tipo de pez con su brillante piel había lanzado aquella suave luz. Al introducir las manos en el agua vio de nuevo el destello… sí, era un pez, pero ¡era enorme!... De pronto algo emergió del agua, o mejor dicho alguien. Ante Robian se encontraba la joven más hermosa que él nunca hubiese imaginado. Era prácticamente una niña, rubia y ojos color miel. Su cuerpo estaba cubierto por una especie de tela que más bien parecían escamas de un intenso color anaranjado. Era realmente hermosa y su voz sonaba cantarina.

-Hola dulce Robian.
-¿Quién eres tú?- Robian estaba sorprendido y a la vez algo atemorizado.
-Soy Rayana. Ninfa del agua. Habito en este río desde… hace mucho tiempo.
-No creo en cuentos ni leyendas
-Lo sé pequeño Robian. Llevo mucho tiempo aquí y sin embargo jamás me has visto… hasta ahora
-¿Por qué ahora?
-Porque tengo un mensaje para ti. Ya tienes dieciséis años. Eres adulto en nuestra tierra y tendrás un legado muy importante que cumplir. Vas a conocer a un hombre importante y  sabio. Él te tomará bajo su protección y te hará entrega de un hermoso regalo que tendrás que cuidar.
-¿Por qué yo?
-Porque en otro tiempo, otro lugar y otra época fuiste uno de los nuestros. Pero ésa, joven Robian, es otra historia.

   Dicho esto la bella joven desapareció bajo el agua tal y como había surgido dejando a Robian temblando al borde la orilla.

   Como si nada hubiese pasado, el joven tomó su hacha y su saco, colocó ambos a su espalda y se internó en el bosque para no perder demasiado tiempo. Pronto el sol calentaría mucho y sería pesada su labor. Apresuró el paso preguntándose a si mismo si lo que le había parecido ver era real o había tomado mucho sol el día anterior. ¡Qué locura! ¡Una ninfa! Él no creía en hadas, duendes o magia alguna. Eso era para pequeños como Micha que no tenían otra cosa en qué pensar y gustaban en perder el tiempo.

   Observó que el bosque parecía hoy ligeramente distinto. No podía creerlo pero… se había perdido. Parecía mucho más espeso, más profundo e incluso más ¿intenso? Como si los verdes y marrones del bosque se hubiesen intensificado. Absorto en ello no se percató de que había un ser observándolo hasta que prácticamente se topó con él. Era un hombre de unos veinte años envuelto en una capa marrón oscura que había vivido mejores épocas. Su mirada era profunda, gris y cautivadora. Tenía la nariz aguileña y era fuerte y robusto.

-Buenos días joven.
- ¿Quién eres tú?
- Y… ¿dónde están tus modales? En primer lugar amigo mío, has de dar los buenos días. A continuación y con amabilidad, me presentaré a ti. Me llamo Lucius.
- Perdón. Hoy llevo un extraño día. He de proseguir mi camino.
- Ya veo. Has de recoger leña, hacerle un regalo a tu hermano… tienes muchas tareas por hacer.
-¿Cómo sabes todo eso?
- Yo lo sé todo joven Robian. Conozco todo lo relacionado contigo.
- ¿Te conozco? Tu rostro me es familiar…
El extraño soltó una sonora carcajada.
-Todo a su debido tiempo amigo mío. Ven, te enseñaré un lugar donde hay hermosa leña y después te ayudaré a volver a casa.

    Robian sabía que no podía fiarse de desconocidos, pero a la vez aquel hombre le daba confianza. Qué extraño. Él jamás confiaba en nadie. Pero bueno… ciertamente se había perdido. Aquel día estaba resultando de lo más raro.

     Llevaban pocos metros andados y a Robian le pareció escuchar un ruido enorme. Una especie de crujido ensordecedor. Como árboles cayendo…

-¡Al suelo!- le gritó Lucius a la vez que arremetía contra él y lo tiraba cubriéndolo con su propio cuerpo.

    Anonadado Robian se escondió tras unas piedras junto a Lucius, temblaba y estaba pálido porque lo que tenía ante sus ojos no podía ser real. A unos diez metros de ellos dos se encontraba un ser descomunal. Su piel era ¿verdosa?.. O quizás, ¿violácea? Era horrible. Medía más de tres metros de altura, de eso estaba bien seguro. Era parecido a un humano, pero sus rasgos eran salvajes y realmente era aterrador. Estaba doblando árboles como si fuesen mondadientes. Lucius, le hizo una seña de que esperase e hizo algo realmente tonto, salió de detrás de la piedra que los cubría y le habló a aquel ser.

-¡Terme! ¿Qué haces?
La voz que sonó era grave y profunda.

-¿Lucius? ¿Eres tú?
- ¡Pues claro gigante idiota! ¡Quién si no! ¿Qué haces?
- Necesito algo de madera para mi pequeña. Ya mide casi dos metros y los pies se le salen de la cama.
- Claro. Y por eso tienes que romperlo todo. Como Yerena te vea te va a encoger.

     Increíblemente eso es lo que pareció que pasaba nada más oír el gigante aquella palabra. ¿Qué sería Yerena? Debía ser algo realmente aterrador porque el gigante se había apaciguado de momento al oír su voz.

-Chsss. Calla por favor, Lucius. Sólo quería algo de madera. Lo siento de veras.
- ¿Lo sientes? – en este caso se escuchó una joven voz femenina.

De donde provenía esa voz. Era cantarina y angelical pero no veía a nadie. Aunque la voz sonaba… tras de él.

Despacio se giró y vio a una joven que podría ser incluso aún más bella si es que era posible que la joven del agua. Su pelo era de color rojo, sus ojos eran de un marrón chocolate… su piel blanca casi traslúcida. Iba totalmente vestida de verde… iba cubierta de hojas de árboles y caminaba muy despacio. Pasó junto a Robian y le hizo una señal de que se quedase quieto.

-¿Qué le haces a mis árboles?
- Necesito madera Yerena. Lo siento… ¿no oléis eso? ¡Huele a humano! Mi pequeña quiere uno para jugar con él pero no encuentro ninguno.

     Yerena se acercó despacio a él, abrió la palma de su mano y sopló suavemente. Sus ojos hipnóticos se cerraron un poco y ligeramente al soplar una ligera brisa hizo que una especie de polvo verde se elevase hasta la cara del enorme hombre que inmediatamente quedó tranquilo.

-Discúlpame Yerena. La próxima vez te pediré permiso como protectora del bosque.

    Dicho esto se giró y se marchó. Robian salió y se quedó mirando embobado primero a  Yerena, y luego a Lucius. ¿Qué le había pasado? Parecía tener cincuenta años. Su pelo había encanecido, había algunas arrugas en sus ojos. Su cuerpo parecía algo más pequeño, hasta su capa parecía más vieja, aunque su sonrisa… era más abierta y maravillosa.

-Robian- le llamo- Ésta es Yerena. Guardiana y protectora de los bosques.
- Hola Robian. Ya puedes cerrar la boca. Vivo con mi pueblo a poco de aquí, otro día te llevará a mi aldea. Hoy no tienes tiempo pequeño. Lucius quiere llevarte a un lugar lejano para ti.

-Eres…
-Sí querido- la joven le sonrió-. Soy un hada. Hermana de la ninfa que viste esta mañana en tu río. Ella cuida del agua, yo cuido del bosque.
-Yo no creo…
-Lo sé- le dijo Yerena-. Ya se que no crees en hadas, magia… pero dime joven mío… ¿cómo explicas lo que acabas de ver?

Y dicho esto, desapareció tras el tronco de un árbol dejando un dulce aroma a hojas recién cortadas.

-Vamos muchacho. Tenemos mucho que caminar aún- le instó Lucius. Su caminar era más lento que hacía un rato.
-¿Qué te ocurre Lucius? Pareces cansado. Pareces mayor.
-Soy mayor querido Robian. No paramos de crecer en nuestra vida. El tiempo pasa rápidamente, es sólo que no todos lo ven.
-No entiendo nada. Debo estar soñando.
-Ahora estás despierto querido Robian. Antes soñabas cuando creías vivir el día a día. Vivías una ilusión.
-No entiendo nada.
-Lo entenderás.

    Caminaron largo trecho hasta que llegaron a un claro en el bosque. En ese claro se veía una cabaña vieja y desvencijada. A Robian le parecía familiar… ¡Era su cabaña! ¡Estaba prácticamente destruida!

-¿Qué ha ocurrido? ¡Papa! ¡Mamá! ¡Micha!

     Robian corrió despavorido hacia la cabaña, pero al atravesar la puerta todo cambió de pronto. La cabaña rejuveneció de nuevo. En la estancia había un pequeño jugando con unos tacos de madera. Reía y reía con su juego. A su lado una hermosa joven le sonreía. Parecía… ¡su madre! Pero… aquél niño…

-Robian.- le habló Lucius.- Debes observar, puedes ver, pero ellos no te ven a ti ni tampoco te escuchan. Fíjate bien en ese niño pequeño, te es familiar ¿verdad? Eres tú.

     En ese instante Robian observó como una pequeña figura de aproximadamente setenta y cinco centímetros salía corriendo desde detrás de un tonel. Su piel era verde. Iba riendo y en su mano llevaba algo…

-Venga Yefrel- habló la joven que al parecer era su madre.- Devuélveme el cucharón o no podré terminar el guisado. Eres un duende travieso, pero eres un buen canguro para mi pequeño Robian.

Robian no daba crédito a sus ojos.

-¿Es un gnomo?- le preguntó a Lucius.
- Escucha bien Robian. Es un duende doméstico. Los gnomos prefieren vivir bajo tierra.

     De pronto se escucharon voces y gritos. Asombrado Robian comprobó que había anochecido. Unos seres salvajes de grandes orejas y gran nariz entraron en la cabaña. El grito asustado de su madre se escuchó por todo el bosque. Estos seres no dijeron nada, simplemente cogieron a Robian y se lo llevaron raudos de allí. El llanto de la madre de Robian se escuchaba por todo el bosque.

     Robian miró a Lucius interrogante y quedó petrificado. Lucius era ahora un anciano de unos noventa años. Su cuerpo estaba totalmente arqueado y se sostenía en un bastón.

-Ven, joven Robian. Casi no me queda tiempo…

       Ambos salieron fuera y Robian vio como su madre corría por el bosque frenética hasta donde su padre cortaba leña un poco más adelante. Juntos se dirigieron al río y gritaron pidiendo ayuda. Pero nadie pareció ayudarles. Luego ambos se dirigieron corriendo al corazón del bosque. Robian los seguía con dificultad. Lucius se quedó algo atrás pero le instó a continuar. Cuando Robian los alcanzó vio cómo entraban en una pequeña cabaña… En su interior había una especie de caldero y una mujer de nariz aguileña y ojos profundos, grises… algo desgarbada.

-Fíjate bien Robian- le dijo Lucius al oído. Es Neren, mi madre. Es una bruja. Pero al contrario de lo que todos creen no todas las brujas son malas, pequeño. Las hay muy, muy buenas.
-Ayúdanos Neren- le suplicaron aquellos desesperados padres.
-Sentaos- les ordenó Neren. He de contaros algo queridos. Puedo regresaros a vuestro pequeño, pero… hay condiciones.
-Lo que sea Neren, por favor- le suplicó su madre.
-Los Trolls se han llevado a vuestro hijo para quedárselo y daros a cambio otro chico distinto. Les gusta cambiar niños. Lo han llevado a su guarida. Yo puedo traerlo pero para ello he de hechizarlo. Olvidará todo lo que ha ocurrido. Lo olvidará él y vosotros. No recordaréis nada de la existencia de nuestro mundo. Viviréis sin magia. Seréis humanos normales. No recordaréis nada de la magia hasta que Robian cumpla los dieciséis años. A esa edad, él estará preparado para recordar. Volverá a creer y volverá a ver. Y cumplirá su destino.

     En esos momentos Lucius cayó al suelo… ¿muerto? Robian no podía creerlo, ¡Lucius había muerto! Se abrazó a él desconsolado. Nadie lo veía ni lo escuchaba. Cubrió a Lucius con su propia capa y sobre él lloró desconsolado como un niño. Entonces notó una mano sobre él. Era una mano suave. Era Neren.

-Hola pequeño.
-¿Me ves?
-Mucho más que eso Robian. Levanta la capa por favor.

Al hacerlo, Robian vio incrédulo como Lucius era ¡un bebe!
-¡Qué clase de brujería es ésta!
Neren soltó una enorme carcajada. A pesar de su aspecto áspero y feo era dulce en su mirada y cariñosa en sus gestos.
-Es brujería buena. Yo te rescaté de los Trolls con un hechizo. A cambio tuve que hacer un trato con la madre naturaleza y te convertí en mi hijo en un mundo paralelo. El mundo de los sueños. En la tierra eres Robian. La tierra es un sueño. Nuestra realidad es ésta aunque los humanos crean que es al revés. Aquí eres Lucius. Mi hijo adoptivo. Creciste con tus padres, pero en agradecimiento a mí te pusiste a mi servicio y te enseñé todo lo que sabes. Te convertí en el Mago del Tiempo. Por eso naces, creces, envejeces y no mueres, sólo duermes, te recuperas y vuelves a nacer. Tu trabajo es el más bello de todos. Regalas tiempo a los humanos. Ellos son algo torpes y no siempre saben cómo utilizarlos. Pero tú te encargas de que sean capaces de hacer millones de cosas al día y a la vez si ellos quieren, si lo desean de verdad, pueden descansar, pasear, leer, reír, compartir con su familia y sus amigos, dedicar tiempo al amor… Tú les regalas el tiempo, querido Robian Lucius.

      En ese instante una mariposa de hermosos colores violetas y rosas se posó sobre Robian. Depositó polvo de hadas sobre él y a continuación se alejó un poco transformándose en una bella joven alada. Robian la reconoció de momento. Era su amor, Serena. Su sílfide o hada protectora del aire que en su momento le ayudó a volar al mundo sin magia y ahora… recordaba. Siempre había estado junto a él cuando no creía en la magia.  Siempre había mariposas cuando cortaba leña. Siempre había una mariposa  en su almohada junto a él al despertarse. Siempre había estado con él. Y de pronto recordó. Recordó todo su mundo anterior y se sintió grande y dichoso.

      Le regalaría a Micha y a todos los demás humanos algo más que un trozo de madera. Les regalaría tiempo. Se sentía fuerte y con poder. Tenía dieciséis años. El hechizo se había roto. Ya no envejecería en un solo día. Tenía toda una vida por delante. Tenía todo el tiempo del mundo.

Violeta. 

Objetivo de la semana 4

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Esta semana es la cuarta y eso quiere decir que, cuando acabe, ¡¡llevaremos un mes con nuestro proyecto salud!! Pero para ello hay que seguir siendo constante y mantener el convencimiento de que todo puede conseguirse en esta vida con esfuerzo, ganas y voluntad.

Por eso, esta semana también va a tener muy pocos cambios (ya sabéis, el verano: los helados, los refrescos, la playita, la piscinita, las ganas de desconectar, las salidas por las noches...) para que no sea muy difícil seguir cumpliendo los objetivos, que esta semana son:

  1. Comer dos piezas de fruta al día.
  2. Comer verduras en una de las comidas principales.
  3. Comer un dulce al día como máximo (o chuchería o helado o bebida refrescante).
  4. Beber 2 litros de agua al día.
  5. Andar una hora 5 días de la semana.
  6. Realizar otro tipo de deporte 2 días a la semana.
  7. Hacer 3 series de 20 abdominales antes de dormir (o después de realizar el deporte).
  8. Aplicar crema reafirmante después de la ducha (para evitar estrías y descolgamientos).
Como veis sólo vamos a aumentar un cuarto de hora cada día el tiempo que le dedicamos a andar y vamos a añadir 10 abdominales más a las 3 series, que prácticamente no se va a notar.

Con esto estamos consiguiendo crear un hábito, de manera que, aunque no sean grandes esfuerzos o no veamos grandes cambios, sí es verdad que prácticamente ya no cuesta trabajo realizarlos y ya no buscamos excusas para no hacerlos.  Cada vez estamos más cerca de alcanzar los resultados esperados cuando comenzamos, por eso ¡¡ÁNIMO Y A POR TODAS!!