Campanitas


    Hay una cancioncilla infantil que dice algo parecido a “Campanitas del lugar… cantan, bailan, sin cesar…” Efectivamente, así es. Aunque no las veamos, hay campanitas por todas partes, dulces sonidos cantarines que nos anuncian bellos acontecimientos. Mucho me temo queridos amigos, que el oído humano no está preparado para captar estos hermosos sonidos. Evidentemente, el ser humano que es maravilloso, no siempre cree en lo que no ve, o en lo que no oye…

     Esta es la historia de Aurora. Una hermosa campanita cuya hermosa voz sonaba con un ligero tintineo musical.

* * *
     Luciana estaba hermosa en su noveno mes de embarazo. Irradiaba felicidad y la dulce espera llegaba a su fin. Su esposo, Ambrosio, también estaba feliz y deseoso de conocer por fin a su pequeña. Sí. Ya sabían que era una niña, porque Adelaida se había encargado de anunciárselo. Su nombre sería Aurora.

     Hasta ahora todo parece normal. Tal vez se me olvidó contaros que Luciana y Ambrosio no eran seres normales. Eran hados. En el caso de Luciana, hada de la luz, tenía tantos dones hermosos que no puedo describirlos todos. Ambrosio, cuya madre Ambrosía le había pasado el don de convertir cualquier alimento normal en un delicioso manjar, estaba realmente ilusionado. Ninguno de ellos sabía cuál sería el poder de su hijita, ya que si bien sabían si iba a ser niña o niño desde prácticamente el momento de la concepción, no sabían cuál sería su poder hasta que así lo decidiese el destino.

     Luciana siempre adoró a la diosa romana “Aurora”. Al parecer, Aurora, hermana del Sol y de la Luna, era la encargada de dar comienzo al día, de indicar el “amanecer”. Ello hacía pensar a Luciana, que tal vez si su pequeña se llamaba Aurora, tendría un papel importante en su comunidad. Al fin y al cabo, ella era un hada de la luz.

     Por su parte, Ambrosio deseaba que los poderes de su hija estuviesen más relacionados con el tema del sabor. Los humanos tenían cinco sentidos conocidos. Gusto, tacto, olor, vista y oído. Para él, evidentemente, el primero de estos sentidos era el gusto. Primordial con su función.

     Y llegó el momento. Dulces campanitas sonaron para avisar a Luciana de que el momento estaba aquí. Por ello, presurosa, vistió sus mejores galas dispuesta a ir a la “Gran Flor Rosada”. De todos es sabido, que cuando un hada iba a tener un bebe, se dirigía a esta gran flor con forma de rosa. La hada entraba en ella y quedaba sumergida en un profundo sueño durante el cual su pequeña o pequeño le era presentado. Al despertar, su bebe estaba en sus brazos. Campanitas hermosas anunciaban el momento de la marcha. Campanitas hermosas anunciaban el momento del nacimiento. Campanitas hermosas anunciaban que la rosa se abriría de nuevo para dar lugar a la mamá junto a su bebé.

     De esta forma, Luciana entró en la gran flor rosada y se durmió dentro de ella. Su sueño era hermoso. Un hermoso pelo negro azabache surge en su sueño. Luego, nieve. Blanco nieve y rosa bebé en unas hermosas mejillas. Un dulce cuerpo de bebé, unas dulces manitas que acarician a su madre. Una sonrisa. Largas pestañas que comienzan a abrirse para dejar ver dos hermosos ojos marrones. Chocolate fundido. Campanitas que anuncian el nacimiento. Madre e hija se funden en un abrazo de amor. La pequeña no tiene alas. Es normal. Las hadas no nacen con alas, han de ganarlas. Aurora. Es hermosa. Sí, el nombre le viene bien. Aurora.

     Dulces campanas hacen que la gran flor se abra. En su interior aparecen madre e hija abrazadas. Ambrosio espera ansioso para ver por primera vez a su pequeña. Lágrimas de emoción asoman a sus ojos. Es realmente preciosa.

-¿Qué don puede tener la pequeña Aurora?- pregunta Luciana a la gran flor.
-Es muy pronto para saberlo aún querida. Si bien tengo una idea aproximada, no puedo desvelaros nada. Recuerda, ha de crecer y se manifestará su poder. Aguardad, que todo llegará.
-Gracias Gran Flor.

De esta forma, la pequeña familia vuelve a sus quehaceres habituales. De todos es sabido que los bebés hados son muy buenos. No es que no haya que cuidarlos, es que normalmente, la madre naturaleza los protege. Cuando llega el momento, manifiestan de alguna forma su poder y de nuevo Campanitas suenan por doquier. Una vez que su poder es por todos conocido, comienzan a cumplir su misión y con ello llegan sus alas. Las alas son el símbolo de su madurez. Algunos hados la consiguen a los doce años, otros a los quince, tal vez a los veinte… cada uno de ellos es diferente. Hay que tener en cuenta que la edad de las hadas no coincide con la de los humanos.

La pequeña Aurora comienza a crecer. Ya gatea, ya camina. Sonríe a todos y se la ve resuelta. Es un hadita alegre y vivaz. Sus padres están contentos con ella. Pero… aún no se ha manifestado su poder. Bueno, aún es pronto, le dejarán algo más de tiempo.

Pero Aurora está disgustada. Los hados y hadas que nacieron cuando nació ella ya lo han manifestado. Ella no nota nada. Sin embargo, recuerda una antigua leyenda del mundo de las hadas. Cuando un hada no conoce su misión, puede acudir al “Gran Jazmín Blanco”. Sabe que es peligroso, y cree que sus padres no la van a apoyar en esto, pero está decidida. Necesita saber.

-Chicos- les comenta un día a sus amigos- necesito que me ayudéis en algo.
-¿Qué ocurre Aurora?
-Todos sabéis ya cuál es vuestro poder. Quiero saber cuál es el mío.
-Pero eso es imposible.- le contesta su amiga Clarisa.
-Pronto os crecerán las alas. Me siento mayor.
-Vamos Aurora. Aún es pronto. Tienes once años. A mi tía Luciérnaga no le crecieron las alas hasta casi los cincuenta.
-Por favor, ayudadme. ¿Me acompañaréis a visitar al “Gran Jazmín Blanco”.

Caras asustadas la miraron impasibles.

-Aurora, eso es peligroso. Podemos meternos en un lío. Recuerda que el “Gran Jazmín Blanco” no debe ser molestado.
-Por favor. Podemos salir al alba y regresaremos antes de que la luna reine.
-Ellos son pequeños mi dulce Aurora- oh señor, la abuela de Aurora estaba escuchando- pero yo te acompañaré.
-¿De veras abuela?
-Sí. Me queda poco tiempo. Sabes que aún no soy del todo mayor, sólo tengo mil ochocientos cincuenta y dos años, pero me gustaría saber cuál es el poder de mi única nieta antes de retirarme al Prado Celestial de las Orquídeas Moradas.
-Gracias abuela.

De esta forma, Aurora y su abuela empezaron a caminar hacia su destino. Conversaban alegremente sobre cosas importantes. Los niños humanos, por ejemplo. Algunos de ellos tienen muchos problemas. No creen en la ilusión, o en el esfuerzo. No valoran todo lo que tienen y sobre todo, se quejan por nada.

Cuando se dan cuenta, todo a su alrededor está lleno de jazmines vibrantes y hermosos. Un dulce aroma inunda el ambiente y Aurora se siente relajada. Como en casa.

-A partir de aquí has de continuar tú sola.
-Gracias abuela.

Un poco más adelante, Aurora distingue perfectamente la silueta del “Gran Jazmín Blanco”.  Pero antes de llegar a él ha de superar tres pruebas. Dulces campanitas vuelven a sonar… y ante ella aparece un pequeño con sonrisa pícara. Tras una reverencia y un bello saludo, le pregunta directamente.

-Una respuesta me has de dar. Dime pequeña hadita… ¿qué es lo que en estos instantes más temes?

Aurora reflexiona. Y contesta.
-Tengo miedo de no tener ningún poder.

El pequeño asiente. Unas campanitas resuenan. Aurora ha dicho la verdad de su corazón. Tras otra reverencia se retira. Aurora sigue avanzando y de nuevo, aparece un alado ser. Dulces campanitas suenan. Ante ella, una hermosa joven la mira esperanzada. Tras una reverencia y un bello saludo, le pregunta directamente.

-Una respuesta me has de dar. Dime pequeña hadita… ¿qué es lo que en estos instantes más deseas?

De nuevo, Aurora reflexiona. Desea tantas cosas que no sabe por dónde empezar. Evidentemente ha de elegir alguna.

-Me gustaría ser una buena hada que haga que los niños humanos comprendan y valoren. Me gustaría ser un hada que haga a los niños y a los mayores que una vez fueron niños, soñar y tener deseos hermosos.

La joven asiente. Unas campanitas resuenan. Aurora ha dicho la verdad de su corazón. Tras otra reverencia se retira. Aurora continúa su camino. De nuevo las oye. La tercera campanita ya está aquí. Está muy nerviosa y tiene miedo a fallar la respuesta. Una anciana aparece ante ella y le sonríe.

-Una respuesta me has de dar. Dime pequeña hadita… ¿Qué es lo que en estos instantes estás dispuesta a sacrificar?

Aurora reflexiona de nuevo. ¿Sacrificar? No entiende. El tiempo pasa. La anciana no da muestras de impaciencia. Aurora intenta descifrar… y de pronto lo ve claro.

-Para poder ayudar a los demás, he de obrar bien. Si aún no se ha manifestado mi poder, por algo será. No he de ser impaciente, todo llegará. Si quiero ayudar a los humanos, tengo que aprender a ser paciente y a mis padres debo escuchar. Mi abuela ha hecho un largo camino para su edad y yo he sido egoísta por ello. Ya no tengo miedo de no tener poder. Sólo tengo deseos de que si llega el momento, poder hacerlo bien. Sacrifico conocer si tengo o no dicho poder y en caso de que lo tenga, saber cuál es.

Esta vez, no suenan campanas. Esta vez se escucha una hermosa voz.

-Aurora… sabias palabras han salido de tu boca. No necesitas saber más. Tú sola te has contestado. Has sacrificado lo que en estos momentos para ti es tan importante y necesario. Lo has hecho por los demás. Vuelve a casa. Y recuerda, tú sola te has contestado. En tus manos está el llevar a cabo tu sueño.

Aurora asiente y se gira. Al hacerlo nota que algo la entorpece. Se siente diferente. Camina hacia su abuela que la espera. Estaba más cerca de lo que creía. Su abuela al verla se tapa la boca sorprendida. Junto a ella hay un arroyuelo y Aurora que siente sed va a beber. Entonces ve sorprendida que ha cambiado. Es mayor. Su pelo se ha vuelto largo. Sobre el fondo negro se ven pequeñas florecitas blancas, jazmines. De su espalda salen dos gráciles alas anaranjadas, como su vestido. Ya sabe cuál es su poder. ¡Y es maravilloso! Lo nota por todo su cuerpo. ¡Su poder es el entusiasmo! Dará ilusión a los niños. Les dará fuerza para aprender. Y lo hará de una bella forma…

     Cada vez que escuchéis hablar de la “Aurora Boreal” o de la “Aurora Austral”, sabed todos que en realidad es Aurora que acaba de ayudar a otro niño. Cuando en el cielo se reflejan esos bellos colores mágicos, no sólo los niños, también los adultos se sienten llenos de vida y vuelven a creer en la magia. Sienten de nuevo energías renovadas. Ilusión. Entusiasmo. Sienten a la bella Aurora.



Campanitas Violetas 

0 comentarios:

Publicar un comentario