Villa Clara

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     Las hojas comenzaban a caer como cada año y el camino se iba cubriendo poco a poco con ellas. A Nacho le gustaba esta parte del año en la que el tiempo comienza a refrescar y los árboles anuncian la llegada del otoño.

     Como cada atardecer desde hace ya casi tres años, Nacho sale a correr por los alrededores de su casa. Desde hace casi tres años lo hace solo. Antes lo acompañaba su joven esposa, Irene. Pero ya no.

     Hoy se siente más cansado, tal vez los recuerdos le pesen demasiado. Lo cierto es que nota una punzada en el costado y se detiene. Cansado, se para en mitad del camino con el cuerpo doblado, la mano derecha presionando el costado y la izquierda en la cadera. Las rodillas flexionadas, y el pecho a mil por hora. Toma aire, intenta inspirar y expirar con tranquilidad y lentitud, a fin de que su respiración se normalice.

     Sonríe inmerso en sus recuerdos. Cuando Irene le acompañaba no dejaba de instarle a correr. Él solo quería pasear, pero ella insistía una y otra vez en que necesitaba estar en forma, que los años no pasan en balde y todas esas cosas que siempre le repetía. Por una sonrisa de ella, él hacía cualquier cosa. Jamás había amado a nadie con tanta intensidad.

     Decidió caminar el resto del camino. Casi estaba en casa y no tenía prisa. Al contrario, la casa estaba sola y se le venía encima cuando llegaba la noche. Cual diferentes habían resultado ser las noches tan sólo unos años antes, cuando el llegar a casa era un placer.

     Lamentarse no servía para nada y Nacho lo sabía, pero es difícil olvidar a quien se ama. Cada vez que recorría el sendero, los recuerdos lo azotaban con intensidad. Al principio era muy doloroso, pero poco a poco el dolor se había ido atenuando y ahora se manifestaba con una punzada fija en el pecho y una extraña sensación en el estómago.

     Pero lo que más le dolía era que aquél coche que sesgó la vida de Irene iba dirigido a él. Aquél conductor que perdió el control del vehículo y arremetió contra ellos aquella tarde, sin aviso ni control, iba directo a él. Nacho no se dio cuenta de nada, pero Irene lo vio venir. Sin pensarlo un instante empujó a Nacho justo a tiempo para que el coche la golpease a ella.

     Dos días después fallecía. Sin más. Dejando a Nacho no sólo hundido y destrozado, sino también despechado y furioso con el mundo. A pesar del tiempo transcurrido, su vida no había continuado. Respiraba cada día, comía, dormía, había vuelto al trabajo, pero todo era mecánico. Pensó no volver a aquél camino jamás, pero luego recordó lo mucho que Irene adoraba ese paseo y comprobó que por algún motivo, en aquel lugar,  la sentía junto a él.
-          Hola, ¿puedes ayudarme? Esto es vergonzoso, creo que me he perdido.

Nacho se detuvo en seco. Ante él había una joven de cabellos dorados, más bien, color miel. Dulce sonrisa y ojos azules. Como Irene. Durante una fracción de segundo pensó que la tenía delante, que su mente le estaba jugando una mala pasada.

-          Soy nueva en el lugar. Me llamo Paloma.- añadió la joven.

La muchacha no estaba segura de cómo interpretar las distintas reacciones que pasaban por el rostro de aquél hombre.

-          Disculpa, soy Nacho. Por un momento, pensé que eras otra persona y me he quedado algo fuera de juego- habló él por fin.
-          No importa, aunque si me permites decirlo, pareces haber visto un fantasma. Estás pálido.

Por fin Nacho reaccionó y con normalidad se acercó a ella.

-          ¿De dónde vienes? O mejor dicho, ¿qué lugar buscas?
-          Iba para el pueblo, pero me dejé llevar por la belleza del lugar y me interné en el bosque. Cuando me he dado cuenta estaba en este sendero y no tengo ni idea de cómo llegar a Villa Clara.
-          ¿Bromeas? ¿Villa Clara? Pensé que estaba deshabitada. A mi mujer le fascinaba esa casa… La gente del pueblo incluso habla de que esté encantada. Imagina cuando sepan que no es así. Vas a desmontarles un montón de supersticiones y habladurías populares- bromeó Nacho.

Paloma sonrió y Nacho quedó fascinado una vez más por el gran parecido físico que tenía esta mujer con Irene. Sólo que no era ella. Por su parte, Paloma observó cómo de nuevo él se tensaba.

-          ¿Has dicho que a tu mujer le fascinaba? ¿Ya no?
-          No. Ya no. Ella murió. Bueno, no te has perdido demasiado. Sólo te has despistado. Sígueme por aquí.

Unos metros más adelante,  salía una bifurcación del camino y al fondo se veía recortada la silueta de la villa mencionada.

-          ¡Pero si estamos al lado! Pensarás que soy medio lela.
-          Sólo pienso que aún no te has acostumbrado al lugar. Eso es todo.
-          ¿Vienes por aquí a diario?
-          Sí.
-          Tal vez nos veamos más veces.
-          Tal vez.

A Paloma le quedó claro que él no tenía ninguna intención especial en volver a verla. Parecía más bien molesto. Daba la sensación de querer estar solo. Lo que él no sabía era que su encuentro no había sido fortuito. Había seguido las instrucciones al pie de la letra. “Allí” se lo habían dejado muy claro, incluso le habían detallado con pelos y señales donde podía localizarlo y a qué hora del día.

Parecía un buen hombre. Por un momento, cuando él le sonrió y le habló con dulzura pensó si estaba haciendo lo correcto. Pero claro está, Paloma no decidía esas cosas. Ahora, lo único que tenía que decidir era qué táctica iba a usar para llevarlo a la villa. Tenía pocos días para ello y desde luego, él no se lo iba a poner fácil.

     Tras meditarlo un poco, Paloma decidió no acudir al sendero durante los dos días siguientes. Debía crear expectación en él o se daría cuenta de que no era fortuito su encuentro. Pero al tercer día, justo en el mismo punto de la primera vez, Paloma salió de entre los árboles al encuentro de Nacho.

-          Hola de nuevo- le saludó alegre.
-          Hola.

Pero Nacho tras saludarla continuó su camino sin detenerse. Ella corrió tras él, no pensaba darse por vencida tan pronto.

-          Tengo la sensación de que quieres estar solo. ¿Me equivoco?

Durante un momento, pareció que Nacho no sabía qué responder. Estaba claro que la chica lo había puesto en un aprieto, pues realmente no quería tener compañía, y menos de aquella muchacha. El parecido con Irene era enorme y las pesadillas habían vuelto a sus pocas horas de sueño.

-          Lo siento. Soy un hombre solitario.
-          Ya veo.

Pero Paloma le mantenía el paso. A pesar de que Nacho iba corriendo, ella no se quedaba atrás. Estaba en forma.

-          Lo entiendo. Por lo que me han comentado, supongo que no traigo buenos recuerdos a tu vida.

Nacho se detuvo en seco haciendo que ella se detuviese a su vez.
-          ¿Perdona?
-          Bueno, la gente del pueblo habla mucho. Yo vivo en Villa Clara, como te conté. Y tú mismo me contaste los rumores de que es una casa encantada. Al principio, cuando llegué, algunos me miraban con cara de miedo. Hasta que por fin, alguien me explicó que me parezco mucho a la que fue tu mujer.
-          Se llamaba Irene. No os parecéis tanto.
-          Entonces no tendrás ningún problema en que te acompañe ¿no? No me gusta pasear sola.
-          Y a mi no me gusta pasear acompañado. Ya no. Lo siento, quiero dejar las cosas claras.

Nacho comenzó a correr de nuevo dejando a Paloma en el sitio. Con aquella contestación no veía apropiado seguirle. Tendría que intentarlo de otra forma. Tenía que conseguir que Nacho la acompañase a la villa y le quedaba poco tiempo. Entonces escuchó un ruido y vio que Nacho regresaba.

-          Perdona, he sido muy brusco.
-          No importa. (Uf, menudo alivio, pensó Paloma)
-          Es verdad que te pareces a ella. Mucho. Pasear por aquí contigo es reabrir heridas muy dolorosas.
-          La amabas mucho.

Él asintió. Sin embargo, al día siguiente volvieron a encontrarse. Al principio ella le saludaba al verle pero continuaba su camino en otra dirección. A los cuántos días, Nacho vio absurdo su comportamiento y le pidió que lo acompañara, si ella quería, por supuesto. Y ella aceptó.

El día fijado se acercaba. Paloma sabía que no podía perder tiempo, Nacho iba siendo algo más accesible, pero no estaba preparado para conocer la verdad. ¿Cómo iba a decírselo? Iba a pensar que ella estaba loca.

-          Mañana no vendré- informó Nacho de pronto.
-          Si vendrás. Traerás flores y las colocarás en aquél árbol como hiciste el año pasado, y el anterior y el anterior. Lo que pasa es que no quieres que yo venga. Y lo entiendo. Lo que me duele es que no seas sincero.

Nacho se quedó de piedra. ¿Cómo sabía ella eso? Tampoco le dio tiempo a preguntarlo. Paloma lo dejó ahí, plantado, y se fue, sin más. ¿Por qué le había mentido? Ella había sido sincera desde el principio. Había aguantado sus cambios de humor y no parecía querer nada a cambio. Sólo su compañía. Tendría que haberle contado la verdad, pero era algo que quería hacer solo y temía que ella quisiera acompañarlo. Ahora se arrepentía de no haber sido sincero.

Paloma caminaba a la villa. Al contrario de lo que Nacho pensaba, iba animada. Tal como “ella” le había contado, él seguiría la tradición. Lo que él no sabía era que eso no iba a ser del todo así.

Al día siguiente era el aniversario de la muerte de Irene. Esa noche, Nacho volvió a soñar con el día del accidente. Pero esta vez hubo una variación en el sueño. Todo ocurría igual, pero en el último instante, Paloma ocupaba el lugar de Irene.

Nacho nunca había creído en supersticiones ni sueños premonitorios, pero por alguna razón, se sentía inquieto. Por ello, antes de acudir a su cita anual, decidió pasar por la villa para disculparse con Paloma. No quería que lo acompañase, pero al menos, le debía una explicación.

La villa era sin lugar a dudas, impresionante. No le extrañaba que la gente murmurase sobre el lugar. No se veía a nadie por los alrededores y la estructura de la casa en sí, y el color de la piedra con la que estaba hecha, le confería un aire misterioso. Irene siempre bromeaba diciendo que algún día verían salir de ella algún ser volador con sombrero de pico y escoba.

Tocó el timbre varias veces pero no había respuesta. Ya pensaba marcharse cuando Paloma abrió la puerta.

-          Venía a disculparme Paloma. Llevabas razón, y no quiero herir tus sentimientos, pero hoy necesito estar solo.
-          Lo entiendo. Pero por favor, pasa, toma un café o una infusión conmigo. No te entretendré, es sólo que has venido en el mejor momento. Necesito ayuda para retirar un mueble, es demasiado pesado para mí y me urge moverlo.

De mala gana, Nacho entró en la casa. Por dentro era alucinante. Parecía que en un momento se había trasladado a otra época, siglos atrás. De momento y sin volver a preguntarle, Paloma le trajo una infusión de manzana con canela, su favorita. ¿Cómo podía saber eso Paloma?

No lo preguntó. Se sentó en un sofá cercano a tomarla. Por alguna razón ya no tenía prisa. Empezó a saborear la infusión y notó que sus músculos se relajaban. A Irene le hubiese gustado estar allí y ver la villa por dentro. Su visión se enturbiaba. Tenía mucho sueño y notaba que los ojos se le cerraban.

Cuando abrió los ojos percibió que ya no entraba luz por las ventanas. Al principio no sabía dónde estaba, hasta que recordó. ¡Paloma lo había drogado! Intentó levantarse, pero le pesaba el cuerpo. Sentía la boca seca y tenía la visión algo borrosa. Entonces escuchó la voz de Paloma. ¿Con quién hablaba? Parecía otra mujer, pero no podía enfocar bien la vista.

Paloma había esparcido alrededor de él flores en forma de círculo. Había colocado infinidad de velas y se olía algo dulce en el ambiente. Agradable. De nuevo sus ojos se cerraban. Fue entonces cuando notó una suave mano sobre su rostro y unos labios sobre los suyos. Era un beso suave y familiar. Le gustó y se dejó besar. Pero en algún lugar de su mente, la situación se abrió camino y volvió a sentirse lúcido. Abrió los ojos extrañado y sintió junto a él el suave cuerpo de una mujer y empezó a detectar el brillo dorado de su cabello.

-          ¿Paloma?
-          Hola mi amor. 
-          ¿Irene? ¡Irene!
-          Chssss, he venido por ti.
-          Pero ¿cómo?
-          Paloma me ha traído de regreso por esta noche. La gente del pueblo tenía razón, la casa está encantada. Hay personas que pueden establecer un vínculo leve entre ambos mundos. Paloma es una de ellas. Le pedí ayuda. Le conté nuestra historia. Se parece mucho a mí, eso le facilitaría las cosas con alguien tan cabezota como tú. Por eso sabía donde encontrarte siempre, yo se lo decía. Y tus gustos, tus hábitos… todo.
-          Pero entonces, ¿esto es real?
-          Sólo durante unas horas. Desde la hora en que fallecí hasta media noche. Aprovechemos el tiempo. Tienes que prometerme que continuarás con tu vida, que pensarás en mí con amor, pero no con obsesión. Tienes que volver a enamorarte, tener hijos, vivir.
-          No puedo sin ti.
-          Claro que puedes. Por amor a ti, yo he vuelto desde el otro lado para consolarte. Por amor a mí, tú continuarás viviendo.

Paloma se marchó sonriendo de la habitación y los dejó a solas. Acababa de conseguir por fin unir aquellas almas gemelas. El accidente no debió ocurrir y “allí” lo sabían. Sólo alguien que los amase de veras a ambos podía volver el tiempo atrás y unirlos de nuevo. Borrar lo ocurrido. Darles una segunda oportunidad.

Al día siguiente, Nacho  no recordaría nada. Para él, todo sería un sueño. Despertaría en su casa, con la sensación de haber tenido un extraño sueño. Irene estaría a su lado, viva. Había dado su vida por él y había hecho lo imposible por volver desde el otro lado para consolarle. Se lo habían concedido.


 Nadie recordaría nada de lo ocurrido, y por supuesto, nadie recordaría a Paloma. Al fin y al cabo, no había nacido aún. Eso ocurriría dentro de ocho meses, tres semanas y cuatro días. Entonces regresaría a este mundo en forma de bebé y completaría el círculo mágico. Crecería y tendría el don de ayudar a las almas gemelas a encontrarse. Viviría en una villa fantástica que su padre compró tras un accidente que tuvo su madre. La gente del pueblo decía que esa Villa era mágica porque en ella ocurrían muchas cosas buenas. La denominarían Villa Clara. Allí crecería junto a sus padres, Nacho e Irene.


Violeta 

Curso Nuevo... ¡¡Todo Nuevo!!

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Buenas noches a todos y todas, mis queridos lectores. Hoy ha sido el primer día de mi último curso de la carrera (¡¡yuju!! ¡¡por fin!! ja, ja) y a pesar de lo que yo creía (que iba a estar súper deprimida interiormente por empezar de nuevo con las clases, los trabajos, las prácticas y los exámenes) ha sido maravilloso. Parecía que volvía a estar en primero, aunque ya conozco a algunos de los profesores. Sentía esas ganas de empezar y hacerlo todo bien.

Siempre he sido una estudiante estrella y sólo hacía lo correcto según las normas, pero la universidad ha cambiado por completo mi visión de la realidad, que hay que luchar por lo tuyo, aunque tengas que pelearte con los profesores o los coordinadores de los departamentos para conseguirlo, que no debes dejar que nadie te falte al respeto o te trate despectivamente porque se crea con el derecho por tener un mayor rango sobre el tuyo, que no hay que decir siempre que sí, que no hay nadie superior a ti porque tenga mejores notas o porque lleve un vestido más bonito, que todo cae por su propio peso, y que la vida es sabia y el tiempo le da a cada uno lo que se merece (y si no lo hace, de vez en cuando hay que ayudarle un poco je, je).

Este nuevo curso se abre ante mí como una ventana al exterior, libre, emocionante, vibrante, expectante y sobre todo vivo.

Sé que la frase que normalmente se dice es: "año nuevo, vida nueva", pero la realidad es que cualquier momento puede ser un nuevo comienzo y hay que estar abierto a ello. 

Por todo esto ¡¡ÁNIMO Y ADELANTE!! mis queridos lectores.

Uñas Sweet

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Esta semana os traigo este diseño de uñas en el que se ve cómo nos abandona el veranito y va llegando el otoño (T.T). Es muy fácil de realizar, sólo hace falta un poco de paciencia je, je:





Para conseguir este diseño basta con seguir los siguientes pasos:
  1. Aplica una capa de base transparente.
  2. Pasa una capa del color más claro, para que no pierda intensidad.
  3. Una vez seca, aplica el color más oscuro sólo en la mitad inferior.
  4. Con un pincelito fino (en mi caso lo trae la laca de uñas, pero se puede usar cualquiera mientras sea fino), haz una línea que separe los dos colores con un color blanco y luego dibuja las líneas blancas por encima de los otros colores simulando el movimiento del mar.
  5. Aplica una capa de brillo para sellar el esmalte y que dure más tiempo.


Yo he usado las siguientes lacas de uñas:



Lacas número 085 y 231 de Fashion Studio de Astor 


Laca número 203 de Kiko especial para manicura francesa. 


3 en 1 efecto brillo de Kiko: fortificante, secado rápido, base y capa superior.

¿Os gusta este look? ¿Qué otros colores os gusta combinar?

Que tengáis una muy buena semana. Muchos besitos y ¡¡ÁNIMO Y ADELANTE!!

La Cajita de Música

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     Julio observaba la caja desde todos los ángulos. ¿Cómo se abriría aquél maravilloso objeto que tanto le entusiasmaba? Ya llevaba días con él. Su abuela Carmen se lo había enviado por correo. ¡Qué ilusión! ¡Siempre le hacía regalos muy originales!

     Nada más salir de la oficina postal, rompió el envoltorio y quedó alucinado con lo que el mismo contenía. Cuidadosamente embalada y envuelta en varias capas de papel de burbujas, había un hermoso objeto. Tenía forma cuadrada, rectangular para ser más exactos. Parecía una pequeña vidriera cuadrada, en el sentido de que sus paredes eran pequeños cristales de colores vivos unidos entre sí por filamentos dorados y plateados.

     Vanesa, la madre de Julio, también se quedó impresionada con el objeto. Era una maravilla. Al levantarlo su hijo para poder observarlo mejor, temió que se le resbalase y se partiese en millones de fragmentos. El sol se reflejaba y pasaba a través de él proyectando un prisma de color. Esta vez, su suegra se había superado a sí misma.

     Carmen era una anciana de casi setenta años que aún seguía viajando por todo el mundo. La vida había sido benévola con ella y sus piernas, aún estando achacosas, funcionaban mejor que las de muchas mujeres de cincuenta. Siempre le gustó practicar algún tipo de ejercicio, sobre todo, caminar. Llevaba años en los que todos los días caminaba una hora durante la mañana y a veces, otra hora durante la tarde. Su espíritu juvenil le ayudaba con el resto de sus inquietudes, entre ellas viajar cada vez que tenía la oportunidad.

     De cada uno de esos viajes, Carmen traía a su regreso un “detalle” a su único nieto.Pero esta vez, ella había decidido quedarse un tiempo con unos familiares en la costa, y por tanto, decidió enviar el regalo por correo.

     El chico no dejaba de dar vueltas en el aire al maravilloso objeto, mientras su madre contenía la respiración temiendo que se rompiese. Era sin dudas el objeto más preciado que su suegra había enviado. Aún recordaba aquella vez que visitó Egipto y trajo de recuerdo una especie africana de escorpión disecado. Fue horrible. Personalmente se encargó de que el regalo cayese “accidentalmente” desde la vitrina de regalos a la basura.

     Pero éste era realmente bello.

-          Mira mamá, ¡es una caja!- exclamó el niño.
-          Déjame ver… Sí. Así es. Hay una abertura, pero ¿cómo se abre? No veo ningún tipo de cierre.

Nada más llegar a casa, Vanesa telefoneó a Carmen a fin de informarla de que ya había llegado el paquete y de paso, preguntarle sobre él.

-          Por cierto Carmen, ¡es preciosa!- comentó Vanesa refiriéndose al objeto.
-          ¿En femenino?- preguntó Carmen.
-          Bueno, parece una caja. ¿Qué es?
-          Eso tendrá que descubrirlo mi nieto. En el lugar donde la adquirí, me explicaron que él debe encontrar la abertura. Es un objeto muy especial. Tiene un significado simbólico que espero que ayude a Julio. Tiene una edad complicada.
-          Dímelo a mí o a tu hijo. Un beso Carmen. Muchas gracias de nuevo.

Vanesa se sentó sobre el reposa brazos del sofá y soltó el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta. Quería a su suegra. Era una mujer espléndida y llena de vida. Al contrario que muchos ancianos que no dejan de hablar de sus achaques, en este caso, la abuela de Julio era una mujer muy optimista. Disfrutaba de muchas cosas y eso hacía que siempre estuviese entretenida. También era una mujer muy observadora y había notado el cambio de humor del pequeño.

Julio estaba algo difícil últimamente. A sus diez años se quejaba por todo. Se enfadaba cuando el almuerzo era un guiso, se disgustaba con el profesor por mandarle deberes, se quejaba de los horarios, de su última fiesta de cumpleaños que no fue donde él quería, de que los regalos de sus tíos fuesen en su mayoría ropa. Todo estaba mal para él.

Al principio, sus padres lo achacaron a que iba creciendo y tal vez, tenía que definir mejor su personalidad. Luego llegaron a la conclusión de que había algún problema, pero no sabían cuál. Vanesa observó a su hijo mientras intentaba abrir la caja. La sostenía en sus manos y la levantaba al aire, al contraluz. Los pequeños cristales emitían su reflejo convirtiendo la habitación en algo exótico.

- Fíjate mamá. Si la colocas así- dijo poniendo la caja en un determinado ángulo- todo se ve azul. Así, amarillo, ahora rojo, ahora verde. 

Por la noche, el niño llamó a su abuela. Tal vez pudiese convencerla para que le explicase el truco y abrirla.

-          Oh mi pequeño diablillo, esa caja es muy especial. Verás, me la dio un descendiente de un importante chaman.
-          ¿Un qué?
-          Un chaman. Un hombre que cura cuerpos y almas. La caja es una lección a aprender. Observa bien. Cuando descubras su secreto, y sólo si lo aceptas, se te rebelará el misterio. Al menos, eso es lo que me han explicado.
-          Pero abu, no dejo de mirarla y mirarla. No veo nada.
-          A veces, en la vida, hay que ser paciente y observar más. ¿Cuánto tiempo llevas con ella? ¿Medio día? Descansa esta noche. A veces, el sueño es buen consejero.

Como si de una premonición se tratase, aquella noche Julio tuvo un curioso sueño. Un señor vestido con pieles y plumas en la cabeza, alzaba un cántico mientras una nube de humo se disolvía y daba lugar a la caja. El anciano repetía una y otra vez una cantinela. “La vida es como una caja de cristal” “Cuidala, acariciala, observala, y se abrirá…”

     Pues menuda tontería había soñado. A la mañana siguiente, el pequeño se levantó contrariado y se propuso no fijarse más en aquél objeto inútil. Tras desayunar y vestirse, se fue al colegio enfadado con su abuela. ¿A quién se le ocurría enviar algo tan soso? Pero conforme se acercaba al colegio, se iba sintiendo mal. Se había puesto furioso con su querida abuela. Y él la adoraba sobremanera. ¿Cómo podía enfadarse con ella?

     Su corazón se ablandó y empezó a recordar los buenos momentos vividos junto a ella. Aquél día, se preocupó menos por los deberes, o por el relleno del bocadillo en el recreo. Su mente estaba en llegar a casa y llamarla para decirle que la quería mucho y la echaba de menos.

     Así lo hizo. Su abuela se enterneció al escucharle. Ella ya sabía de los problemas de actitud que estaba teniendo.

-          Y dime Julio. ¿Ha ido hoy mejor el día? – le preguntó.
-          Oh sí abuela. Ahora que lo dices, hoy estaba tan ocupado pensado en ti que no me he enfadado por nada.
-          Tal vez deberías ocupar tu mente en cosas positivas más a menudo ¿no crees cariño? Igual no te disgustan tanto otras cosas menos importantes.
-          Puede ser abu. Un beso. Te quiero mucho.

El pequeño se acercó a la vitrina y tomó de nuevo en sus manos la caja. Volvió a colocarla a la luz. Había sido un día en verdad raro. Se le antojó jugar con los colores. No podía abrir la caja, pero si disfrutar de su imagen, de cómo proyectaba la luz. Y entonces, al relajar su mente, observó algo que no había visto el día anterior. En uno de los bordes metálicos había una especie de sobresaliente. Diminuto. Había que palparlo para verlo, pero estaba ahí.

Lo presionó varias veces, pero no ocurrió nada. En fin, mañana lo volvería a intentar.

  El día siguiente también transcurrió sin incidentes. Al llegar a casa, su madre había preparado un plato que no era de su agrado. Pero lo tomó sin protestar. Tenía prisa por acercarse a la caja. Su madre, encantada con el cambio, le dio un gran beso y le regaló una enorme sonrisa. Al chico le gustó agradar a su madre. Se sentía bien. Al fin y al cabo, ¿qué era una comida que le gustase menos? Su madre era una excelente cocinera.

  Repitió la operación del día anterior y descubrió asombrado otro engranaje. Curioso.

  Aquella noche volvió a tener otro sueño en el que aparecía de nuevo aquel extraño hombre envuelto en la nube de humo.

-          Pequeño, la vida hay que ganarla. Es un regalo. Si te enfrentas a todo, irás contra corriente y atraerás lo negativo. Si la acaricias y respetas, si observas lo que de veras es importante, la vida te mostrará sus tesoros. Los compartirá contigo.

Luego en su sueño, el pequeño veía como el humo se condensaba y se sintió transportado. Como si volase, veía desde el cielo el azul turquesa del mar, el verde de los árboles y las grandes montañas. Escuchó infinidad de sonidos, de animales, el viento… y algo más que no pudo identificar.

A la mañana siguiente se despertó algo confuso. Ese día no había colegio y se quedó un rato despierto, pero tumbado en la cama. La mirada fija en el techo de la habitación. Pensando. En los días anteriores cuando no había tenido tiempo para enfadarse, todo había ido mejor. Él tenía muchos tesoros. Tenía muchos juguetes, libros, pero sobre todo, tenía amigos, a sus padres, a su abuela.

De pronto se sintió muy bien. Recordó un reportaje que su padre le obligó a ver la semana anterior donde se veía el lamentable estado en que se encontraban los chicos de otros lugares del mundo. Pasando hambre y desolación. Él tenía de todo. No tenía derecho a estar enfadado de esa forma sólo por no tener un móvil o una consola de última generación. Tenía cosas mejores. Tenía amor, calor, amistad y alimento.

Se sintió bien, reconfortado, feliz incluso. Y entonces como en su sueño, ese sonido fino y distante llegó hasta él. Como una especie de cancioncilla infantil. Pegadiza y tranquilizadora. Era como si mientras que la música sonase, nada malo pudiera ocurrir. Se sentó en la cama intentando comprobar de dónde provenía el sonido, pues éste era muy débil.

Sobre su escritorio dejó la noche anterior su caja. Ahora, los pequeños engranajes eran más visibles. Se levantó y se acercó a la caja y colocó sus manos sobre ellos mientras de nuevo admiraba la infinidad de gamas de color. Y entonces, lentamente, la caja se abrió.

Casi asustado, la colocó con cuidado sobre el escritorio y observó atónito como la tapa se levantaba y el sonido antes leve se escuchaba con más intensidad. Las notas inundaron la habitación mientras una pequeña figura de un ave y un pez bailaban entre sí. Una inscripción acompañaba a las figuras. “Cielo y mar se unen a través de la tierra formando un todo. Universo y corazón se unen a través de ti, formando uno solo”.


Con diez años era difícil entender que significado exacto podían tener esas palabras, pero unidas a ese sonido y al efecto óptico, Julio tuvo la certeza absoluta de que jamás había visto nada más completo y bello. Se sintió muy bien. Reconfortado. Importante. Tal vez ya era hora de dejar de hacer el tonto añorando lo que no tenía, y disfrutar de lo que ya disponía. 


Violeta

Vuelta a la Normalidad

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Hola a todos!!! Mis queridos lectores, ante todo pediros disculpas por este periodo de verano nada sociable que he tenido. Han sido varias las cosas que han ocupado mi tiempo y cuando podía coger el portátil ya no me quedaban fuerzas ni palabras (je, je).

Tuve mi último examen de septiembre el martes y me he tomado estos días de descanso para ponerme al día con internet je, je, y cuál fue mi sorpresa al darme cuenta que sólo he puesto dos entradas en el blog durante los últimos dos meses lol.

Pero eso se acabó, ya tengo preparadas varias entradas para este finde y otras más en mente para las próximas semanas. ¡¡Habrá Encarmin para rato!! Ja, ja.

Espero que todos hayáis tenido unas muy buenas vacaciones y un buen regreso a la normalidad. ¡¡Muchos besitos a todos!!